EL ODIO NOS MANCHA

  Desamparados del bien nos entregamos al mal cuando odiamos. Ahogados en él, asistimos a la ruina de nuestros deseos más nobles, padeciendo la tara de la venganza y el fanatismo de la infamia.

  El odio es ciego. Las pasiones que lo alimentan nos abandonan a la soledad más desesperada, a una esterilidad del corazón que es su trágica e impura desvergüenza. El odio es la apoteosis de la podredumbre en la que tercamente queremos encenagarnos. El mal mancha, pero el bien no lava la mancha del mal sino la agranda.

LA GRANDEZA DEL ESPÍRITU

   Todo gran hombre si no tiene pies de barro, si su alma es verdaderamente grande, nos seduce y asombra si es humilde.  Así la vida de un individuo podrá valer no sólo por sus hazañas sino por el temple de su espíritu que perenniza la historia.

NUESTROS HÉROES IDEALES

   Todo poema épico conmueve a la sensibilidad popular, la que no duda que el héroe posee todas las virtudes morales para perpetuarse en la historia. Sin embargo los pueblos ignoran que la poesía idealiza y que sus héroes fueron acaso personajes reales entregados insensatamente a la ferocidad de las pasiones, por lo cual los cantos a ellos dedicados nos siguen deslumbrando.

LA CONCIENCIA MORAL

 

 Demócrito señaló que la conciencia moral es el juez inflexible de nuestra conducta, que el hombre deberá tener siempre en cuenta consigo. Y si la conciencia, por más juez inflexible que sea, no puede impedir que cometamos las peores acciones, ella nunca dejará de reavivar nuestro más acerbo rechazo del mal que habita en nosotros.

   El territorio del mal no es más extenso que el territorio del bien pero los actos de quienes cometen el mal son tan vastos que cubren toda la esfera de nuestro universo. En cambio quienes practican el bien lo hacen mediante un acto que los purifica el cual consiste en elegir la perfección, rechazando la culpa. 

   En la vida del hombre se reúne el bien y el mal, que reflejan toda su historia.

LA ANSIADA VIRTUD

¿Quién podrá redimir a los desposeídos y socorrerlos del desamparo en el que se encuentran sumidos desde hace siglos?

¿Quién al fin condolido de su suerte los rescatará de un destino de despojos?

Los que creen que sólo cumpliendo con los preceptos de su iglesia salvarán su alma, olvidan que el bien en sí mismo como finalidad pura y como la última aspiración de nuestro ser, no se logra practicando reglas o mandamientos, sino la ansiada virtud.

La crueldad

  ¿La crueldad de los Césares y de los Califas es la misma crueldad de quienes invocando a Dios se entregaron al exterminio de los albigenses, que capitaneaba el heroico Simón de Monfort y de los que años después, creyentes también en un mismo Creador; pasaron  a cuchillo en París a los hugonotes en la trágica noche de San Bartolomé?

   La matanza comenzó después del crepúsculo y no terminó sino al amanecer.
   Todos estos crímenes fueron llevados a cabo por nuevos fariseos que hacían de su impostura un artículo de fe. Y la crueldad de estos hombres provenía de su delirio de querer imitar el poder del Señor del universo y no su infinita misericordia.

PARA SER PERFECTOS

   Culpamos a Satán por nuestras faltas, él que es la encarnación del mal, que fue el ángel más hermoso entre todos los querubines, el que dirigió las mayores alabanzas a Dios y al que llamaban Lucero, hijo de la Aurora y que fue degradado del monte de Dios en medio de piedras de fuego, es quien incita y tienta y hace caer al hombre en el pecado. Pero no sabemos que Satán es una invención de Dios para establecer la mayor distancia entre la tierra y el paraíso. Y que dialogar con Dios es imposible y que para alcanzar la perfección de nuestro ser solo debe buscarse el bien en sí mismo como finalidad pura.