viernes, 22 de julio de 2016

LA FE

Ante la obcecación de quienes no soportan otra verdad que no sea la codicia de la eternidad, el camino para desenmascararlos será recurrir a la inmensa sabiduría de Dios para que nos libre de las trampas de la fe.

¿Un solo dios bastará para conducirnos al paraíso?

¿La Fe en un Dios todopoderoso y eterno nos hará conocer nuestra propia miseria?




viernes, 15 de julio de 2016

LOS AÑOS SABIOS

La vejez es la estación de la vida en la que el hombre llega a ser sabio, merced a la experiencia del dolor sufrido por los fracasos que jalonaron su existencia. Encarnizadamente ha triunfado sobre la muerte, aunque no duda que en ese tiempo suplementario que le tome vivir tendrá que resistir las nuevas vicisitudes que lo acechan hasta el final de su vida. Pero en ese tiempo, en el que no se siente librado del cruel asedio de la muerte, sus consejos proporcionarán a sus semejantes la lucidez que les permita reconocer la infernal paradoja que define al hombre: ser él un animal esclavo del instinto y de sus pasiones que devoran todas sus virtudes.



sábado, 9 de julio de 2016

La Concupiscencia

El Eros como pasión de amor consuma la búsqueda de la belleza a través de la dicha del orgasmo, que es el límite del deseo. Nos arroja a asir la esencia de nuestro ser en el orden de las pasiones humanas pues su objeto que entraña tanto el goce como el sufrimiento mismo, se confunde con el Infinito. El amor es la más poderosa fuerza que rige al mundo.

El erotismo trae consigo momentos de tan intensa emoción en los que la vida y la muerte se encadenan, al tiempo que se percibe la soledad más espantosa.

La concupiscencia en cambio nos hace imaginar que estamos rodeados de delicias, merced a que los bajos placeres que procuramos y a los que nos lleva la desmesura de nuestro instinto generatriz. Y no constituye una actividad que nos haga felices pues su desenfreno humilla y recordarla avergüenza.



viernes, 1 de julio de 2016

Remordimientos

Los remordimientos no enmendarán nuestros pecados, ni el sentimiento de culpa ni el perdón bastan para que borremos de nuestra conciencia los actos perversos que hemos cometido.

La conciencia es el recinto dentro del cual asistimos a la sublevación de nuestra alma, oponiéndose a todo acto o principio destructor. Muchas veces el remordimiento nos empuja hacia ello, pero otras veces, las más, sólo sirve para que llenos de autocompasión cerremos los ojos y continuemos satisfaciendo nuestras bajas pasiones incurriendo en nuevas infamias. ¿Acaso Shylock renegó de su codicia cuando no pudo cobrar su libra de carne?