La realidad ofrece siempre apariencias muy diversas, que son máscaras o disfraces, a veces tan novedosos y seductores que nos distraen del excitante empeño de descubrir su verdadero rostro. Ese que oculta y que despierta en nosotros el desprecio y la decisión de quebrantarla, para preservar la pureza y fuerza de nuestras más caras ilusiones.
Sin verter lágrimas, roguemos porque esa libertad que el hombre ha elegido hoy sabiamente como el gran principio que dirige su destino redima a los humillados, y acabe con esa infernal contradicción, la de ser ella misma, la libertad, la que los injuria y esclaviza en el escenario de su infortunio.