Estamos todos sometidos siempre a la necesidad que ejerce cada uno de nosotros una oscura y misteriosa dominación que llamamos destino. Crisipo y Zenón creyeron que era la causa necesaria de todo y por tanto la que determina el curso de nuestra vida hasta su fin y que no sólo el hombre sino también los seres inferiores como la naturaleza animal y vegetal están dominados por el destino, que traza sus rumbos sin excluir a la materia inerte. Sus seguidores imaginaron luego con fundamento que el destino no era sino la Providencia, creadora del orden del mundo, un ser infinito, omnisciente, omnipotente y divino.
¿Si la Providencia introdujo en nuestro mundo la traición, el homicidio, la venganza, el deshonor, el robo y los demás crímenes que padece la humanidad toda?, ¿cómo podrá la Providencia poseer el mismo semblante de dios? ¿Será entonces la Divinidad una fábula monstruosa o un Hado malévolo?