La envidia corrompe el corazón del hombre, nos lleva al odio, pasión infame. No codicies sin freno el bienestar, la fama o riqueza del otro, ni sientas perniciosa animadversión contra quien los posee y goza de ellos. No mutiles tu alma con ese vicio del que Demócrito decía, que es avidez nunca satisfecha que se parece al cáncer, una espantosa úlcera que arde y humea devorando las entrañas más nobles de su propio ser.
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